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El teatro neoclásico

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura española

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El teatro neoclásico

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Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780)

Leandro Fernández de Moratín (1760-1828)

Vicente García de la Huerta (1734-1787)

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En la segunda mitad del siglo XVIII, adquiere una virulencia extraordinaria la crítica al teatro nacional barroco. Esta crítica ya había sido iniciada por Luzán, aunque de forma ponderada. Ahora se critica el teatro barroco en nombre de la Razón y de las tres unidades: la unidad de tiempo, la unidad de lugar y la unidad de acción. Según estos requisitos, la obra debía suceder en un solo día (unidad de tiempo), en un solo lugar (unidad de lugar) y desarrollar en un solo suceso (unidad de acción). El gusto francés se impone al gusto barroco español, y lo castizo sufre el acoso de lo europeo. Lo castizo se refugia en ambientes populares.

La censura del teatro de Lope y de Calderón no fue unánime, más bien se entabló una polémica entre atacantes y defensores. Los argumentos de los críticos solían ser de orden estético y moral: se les reprochaba a los autores barrocos no haberse ajustado a los preceptos clásicos y haber fomentado una escuela de corrupción moral. Durante el reinado de Carlos III (1759-1788), el representante más genuino del despotismo ilustrado español, se hizo oficial la crítica al Barroco, provocando la prohibición en 1765 de uno de los géneros más característicos de la literatura barroca: los Autos Sacramentales, considerados como irreverentes y de mal gusto.

Hasta mediados del siglo XVIII sigue el teatro utilizando la técnica barroca. A partid de mediados de siglo, las nuevas teorías estéticas de neoclasicismo dan lugar a la aparición de un teatro a imitación del teatro francés de Pierre Corneille (1606-1684) y Jean Baptiste Racine (1639-1699) para la tragedia, y de Molière, seudónimo de Jean Baptiste Poquelin (1622-1673), para la comedia. Se imponen las tres unidades, y los temas quedan sometidos a lo que imponen la Razón y el Buen Gusto.

El teatro neoclásico del siglo XVIII en España no consiguió rebasar los límites de una absoluta mediocridad, con raras excepciones como la Raquel de García de Huerta y las comedias de Moratín hijo. Las obras teatrales están faltas de contenido humano y están escritas en un estilo retórico y sin nervio. Estas obras son producción de una minoría erudita que no llegó a tener el éxito alcanzado por la tragedia humanista del siglo XVI.


Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780)

VIDA

Nicolás Fernández de Moratín, padre de Leandro Fernández de Moratín, nació en Madrid, en el seno de una familia de origen asturiano. Era hijo de un importante de la Corte, por lo que pudo recibir una buena educación.

Estudió en La Granja (Segovia) y en Calatayud (Zaragoza), y luego acabó la carrera de Derecho en la Universidad de Valladolid.

Fue catedrático de Estética y Literatura en el colegio Imperial de Madrid.

Fue un hombre muy culto que tuvo además otras muchas aficiones populares: el teatro, la caza y los toros.

Durante mucho tiempo, animó la vida cultural de Madrid. Fundó una de las reuniones más importantes entre los escritores de mediados del siglo XVIII (la tertulia de la Fonda de San Sebastián). Sus obras de teatro fueron muy aplaudidas. Tuvo una intensa actividad periodística.

Fundó el periódico El Poeta, y desde sus páginas defendió algunas ideas fundamentales de la corriente neoclásica (como, por ejemplo, que la ciencia y la razón debían enriquecer el arte).

OBRAS

Fue uno de los más acérrimos partidarios de la dramaturgia francesa, cuyas orientaciones siguió en sus tragedias de corte clásico Lucrecia (1763), Hormesinda (1771) y Guzmán el Bueno (1777) y en su comedia La Petimetra (1762). Quiso poner en práctica las reglas del buen gusto y la ley de las tres unidades.

Su obra literaria reproduce las dos grandes corrientes artísticas que atraviesan todo el siglo XVIII: la tradicional, que intenta mantener vivos los gustos del pasado reciente; y la neoclásica, de inspiración francesa, que rechaza los excesos del Barroco y busca nuevos modelos en el arte y la literatura de la Grecia y la Roma antiguas. Moratín defendió los ideales neoclásicos del teatro como escuela de costumbres.

La poesía de Nicolás Fernández de Moratín es tradicional; su teatro, neoclásico. Él vivió justo en la época de mayor tensión entre los partidarios de ambas corrientes, y supo asimilar lo mejor de cada una de ellas. Su hijo Leandro, gran escritor, será ya un autor plenamente neoclásico.

Defensor hasta la militancia de las ideas de la Ilustración, fundó la tertulia literaria de la fonda de San Sebastián, a la que acudían, entre otros, su amigos José Cadalso y Tomás de Iriarte; además se esforzó en introducir en España las formas del texto neoclásico francés, que no tuvieron aceptación popular.

«La obra teatral y las opiniones de Nicolás Fernández de Moratín revelan la enorme presión que las doctrinas francesas ejercían aun sobre hombres que como él sentían el valor de lo castizo español, ya que su producción poética se halla dentro de la línea tradicional. Considerable contraste frente a sus frías tragedias presentan sus romances, llenos de garbo, de colorido y de sabor español, así como las conocidísimas quintillas de la Fiesta de toros en Madrid.» (J. García López)

Sus poemas líricos son de gran belleza y expresan su sentimiento amoroso de forma muy parecida a la empleada por los poetas barrocos del siglo anterior. Otras composiciones suyas son de gran frescura y ligereza, más parecidas a la lírica neoclásica de su época. Un poema suyo muy conocido es la composición didáctica La Diana o el arte de la caza.

Además, escribió unos poemas festivos o jocosos, epigramas, como el muy conocido Saber sin estudiar. Son famosas sus quintillas Fiesta de toros en Madrid, en sonoras quintillas en las que se observa el influjo del Isidro de Lope, y el aire de los temas moriscos, fronterizos, de los romances españoles de la Edad de Oro. Es famoso también su poema épico Las naves de Cortés destruidas.

El teatro de Moratín padre es plenamente neoclásico y tuvo en su tiempo un enorme éxito. Respeta la llamada regla de las tres unidades: una obra teatral tiene que contar sólo una historia, localizada en un único lugar y desarrollada en el plazo de un día.

La Diana o el arte de la caza (1764)

Es un extenso poema didáctico, de tema cinegético.

Las naves de Cortés destruidas (1765)

Poemas didácticos.

Arte de las putas o Arte de putear (1771)

Es otro poema didáctico, de tono burlesco, que circuló manuscrito, y fue publicado por primera vez en 1898, más de cien años después de su muerte. Se trata de una obra de literatura erótica.

Carta histórica sobre el origen y progresos de las fiestas de toros en España (1777)

Obra brillante y costumbrista. Con esta obra demostró las contradicciones de su generación: al mismo tiempo que defendía las nuevas ideas del neoclasicismo ilustrado en periódico El poeta), elogiaba muchos aspectos culturales del pasado, como la fiesta de los toros.

Nicolás Fernández Moratín fue uno de los pocos intelectuales del siglo XVIII interesados en la tauromaquia. Uno de sus poemas más conocidos es el titulado Fiesta de toros en Madrid, escrito en quintillas. Dedicó una oda pindárica al torero Pedro Romero.

Se ha hecho notar que algunos grabados de la Tauromaquia de Francisco de Goya podrían haber sido influidos por esta obra de Nicolás Fernández de Moratín.

Desengaños al teatro español (1762-1763)

Son tres folletos en los que Moratín participa en las controversias que tuvieron lugar sobre el teatro barroco español. Moratín concebía el teatro, dentro de los ideales del neoclasicismo, como escuela de formación ética.

La petimetra (1763)

Una comedia “escrita con todo el rigor del arte” que no llegó a representarse.

Lucrecia (1763)

Tragedia.

Hermesinda (1771)

Tragedia.

Guzmán el Bueno (1777)

Tragedia.


Leandro Fernández de Moratín (1760-1828)

VIDA

Leandro Fernández de Moratín, hijo de Nicolás Fernández de Moratín,  nació en Madrid. Se le conoce como "Moratín hijo" para distinguirlo de su padre, Nicolás Fernández de Moratín, que también fue un gran escritor.

A los cuatro años, enfermó de viruela, lo que afectó su carácter, volviéndolo tímido. Se crió en un ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicolás fue un hombre dedicado a las letras. Su padre, que era licenciado en Derecho y catedrático de Literatura, le dio una esmerada educación, por lo que no sintió la necesidad de ir a la universidad.

Estuvo en contacto con el grupo de intelectuales y literatos del Madrid de la época de Carlos III. Fue amigo de Jovellanos y, como él, liberal y defensor de las ideas de la Ilustración, lo que le costó algún destierro.

Viajó por Francia, Inglaterra e Italia (1792-1796), países en los que se interesó por los últimos movimientos teatrales y sobre los que escribió interesantes libros de viajes. Luego regresó a Madrid donde consiguió un buen trabajo como secretario de la Interpretación de Lenguas.

Se puso al lado de los franceses durante la invasión de las tropas de Napoleón, fue uno de los "afrancesados", nombre por el que se conocía a los intelectuales que creían que España sacaría de Francia más beneficios que perjuicios.

En 1811 fue nombrado bibliotecario mayor de la Biblioteca Nacional, pero al año siguiente tuvo que abandonar Madrid, pues ya era evidente la derrota de los franceses.

Su vida sentimental fue discreta. En 1798, cuando vivía en Madrid, se enamoró de Paquita Muñoz, con la que nunca llegó a casarse porque el escritor amaba por encima de todo su independencia. Ella terminó casándose con otro, pero Moratín la siguió amando hasta la fecha de su muerte.

Moratín falleció en París en 1828, sólo dos meses después de la muerte de Goya y un año después de la muerte de Beethoven. Fue enterrado en el cementerio de Père Lachaise, entre Voltaire y La Fontaine; pero a comienzos del siglo XX sus restos fueron traídos a Madrid, y descansan en el Panteón de Hombres Ilustres en el cementerio de San Isidro de la capital, junto a Meléndez Valdés y Donoso Cortés (los restos de Goya fueron trasladados a la ermita de San Antonio de la Florida en 1919). En el retrato que le hizo Goya en 1799, se adivina cierto descontento.

«Bajo la lección de dignidad literaria de su padre, Leandro se forma en una rigidez moral y estética, que en el fondo contrastaba con el subconsciente del poeta. A través de toda la vida de Moratín hay un continuo engaño, que no llega a la fuerza de un complejo hondo, pero que dibuja una paradoja de contradicciones. El temperamento “taciturno y reservado” de que hablan los coetáneos, era de una extraordinaria capacidad para el ridículo y la parodia, y por eso el escritor fue sobre todo un gran autor cómico. El clasicista de las tres unidades se sentía atraído por Shakespeare y por los primitivos de nuestro teatro. El pusilánime, el indeciso, llevaba un mundo interior decidido y de unidad de conducta. La vida de Moratín es a la vez un cuadro extenso, representacional, de sensaciones; y el fracaso del tímido inteligente ante la incapacidad de lucha por la vida. Su estupor al llegar a París en plena revolución francesa, su actitud afrancesada ante José Bonaparte y sus vicisitudes durante la guerra de la Independencia, son las consecuencias lógicas de aquel niño que huía de la amistad de sus compeñeros de colegioi, y que durante sus nueve primeros años no supo jugar al trompo ni a las aleluyas, y no se acordaba de que era muchacho –según él mismo confiesa–. Moratín tímido, llegaba, por sublimación en el arte, a ser el formidable satírico de la Derrota de los pedantes y mejor de La comedia nueva; sentía la necesidad de vengarse de la superioridad vital de su sociedad burlándose de ella, o llegaba al perdón noble de sus vencedores en la solución del viejo que se reconcilia con todo en El sí de las niñas. Otro de los “miedos” de Moratín, fino, y regalado de prejuicios, fue el “caos dramático” de Shakespeare; y de él se liberó literariamente con la traducción de Hamlet a pesar de sus anotaciones. [...]

El alma romántica que llevaba dentro el aparente clásico comenta: “La tremenda soledad del bosque, y el rumor incesante de las aguas, que asorda el valle y retumba en la concavidad el monte todo inspira una melancolía deliciosa, que se siente y no se puede explicar.» (Ángel Valbuena Prat: Historia de la literatura española. Barcelona, 1968, vol. III, p. 51-52)

OBRAS

El dramaturgo Leandro Fernández de Moratín fue uno de los autores que gozaron de mayor éxito. Fue uno de los ilustrados afrancesados. Como buen afrancesado se preocupa por la educación y las leyes. Su teatro es didáctico y político. Defiende la libertad y los derechos del individuo contra la tiranía y critica la irracionalidad en un mundo ilustrado: las aspiraciones de la nobleza, la función de la mujer en la sociedad, la pobreza de la educación femenina.

Moratín es la figura más destacada del teatro neoclásico en España, fue el creador de la comedia neoclásica. Es autor de una serie de piezas de intención satírica y pedagógica e inspiración molieresca. Moratín quería ser el Moliere español. Fue el autor que mejor supo reflejar los gustos neoclásicos en el teatro español del siglo XVIII. Sus ideas literarias son la consecuencia del mundo en que se había formado. Su concepción neoclásica de la literatura le lleva a necesarias limitaciones. La ley de las unidades era para él intangible, aunque comprende que dentro de los cánones clásicos la comedia anterior no era más reglada que la que prevaleció después.

Sus máximas estéticas en cuanto al teatro son: el teatro como deleite e instrucción moral (escuela de buenas costumbres) y una acción que imite de modo verosímil la realidad. Su carácter le llevó a la comedia, género que define diciendo: «pinta a los hombres como son, imita las costumbres nacionales existentes, los vicios y errores comunes, los incidentes de la vida doméstica; y de estos acaecimientos, de esos privados intereses, forma una fábula verosímil, instructiva y agradable».

Fue un hombre muy comprometido con las circunstancias políticas y sociales de su tiempo. Era burlón y mordaz. Supo ver mejor que nadie la pobreza del teatro y la poesía que se escribía en la España de su tiempo, y creyó que era necesario reformar los gustos literarios de los escritores y los lectores. Para ello, recurrió a la moda que triunfaba en Francia, el Neoclasicismo, y la adaptó perfectamente a la realidad española.

El teatro neoclásico buscaba entretener y educar al espectador, sin apartarse nunca de la realidad. Según esta moda, el teatro tenía que agradar al público y, al mismo tiempo, educarlo. Las historias representadas sobre un escenario debían ser verosímiles, para que pudieran ser creídas por los espectadores. Cada una de las comedias de Moratín aspira a corregir un vicio o error común, como había indicado ya Feijoo. Pero Moratín no cree que la educación sola sea el instrumento de reforma en una sociedad ilustrada.

Moratín escribió con una elegancia y una corrección insuperables. Dominó a la perfección la lengua castellana, y su expresión fue clara y rotunda, acompañada siempre de gran belleza.

«Pocos escritores como Moratín representan de una manera tan perfecta el sentido del equilibrio y de la armonía. Su forma de expresión es impecables. Su verso, fluido y clásico. Su cultura, muy vasta y finamente asimilada. Su importancia en la literatura española es excepcional. Todo lo hizo bien. El teatro. La crítica. Las traducciones. La poesía. Lleno de buen gusto, de elegancia espiritual.» (F. C. Sainz de Robles)

Aunque ofrezca una cierta semejanza con algunos autores del siglo XVII (Alarcón), su modelo constante es Molière, de quien tradujo con notable gracia y agilidad Le médicin malgré lui y L’école des maris, dándoles los títulos de El médico a palos y La escuela de los maridos.

Las comedias de Moratín tienen dos temas centrales: la libertad de elección en el matrimonio y la necesaria igualdad de los cónyuges. Cada una de sus obras critica la nobleza y ensalza las sólidas virtudes de la clase media, distinguiendo siempre entre la virtud verdadera y la falsa. Sus personajes representan el espectro de la pequeña burguesía: labradores, propietarios, empleados, comerciantes, oficiales del ejército, viudas casaderas.

«Aunque Moratín se centra en la pequeña burguesía emprendedora, excluye al cuarto estado: el pueblo, totalmente marginado, no interviene para él en el fin reformador. Los únicos personales que podría ser tomados como parte de las clases laboriosas serían los criados, pero estos son parasitarios de la nobleza y la burguesía. [...] En resumen, la vida, obra y teatro de Moratín ejemplifican las contradicciones de este balbuceante liberalismo español que socavó los cimientos del Antiguo Régimen, pero que temía al pueblo, cada vez más levantisco.» (Blanco Aguinaga et. a.: Historia social de la literatura...)

El valor de las poesías de Moratín es escaso. Sus composiciones son pulidas y correctas, pero resultan frías, aunque en algún momento lleguen a expresar suavemente una auténtica emoción. Están inspiradas principalmente en Horacio y son de corte clásico y de forma muy cuidada.

«Resumiendo, podemos caracterizar la producción de Moratín como una obra de intención preferentemente didáctica, perfecta y elegante en la forma, pero falta de energía y de vida. Con todas sus virtudes y limitaciones, es un típico resultado del temperamento de su autor y al propio tiempo de las circunstancias del siglo.» (J. García López)

Lección poética, sátira contra los vicios de la poesía castellana (1782)

Moratín se adscribe al neoclasicismo, frente al barroquismo de molde, vacío y huero.

La derrota de los pedantes (1789)

Es una fantasía satírica en prosa en la que se ataca a los malos poetas que todavía perpetuaban los procedimientos culteranos. Es una dura sátira contra los defensores de la antigua moda barroca. El ataque va principalmente contra los últimos detritus del culteranismo.

Estos son los que por tanto tiempo han tenido y tienen tiranizado el teatro español; estos los que empuercan diariamente los papeles públicos y estos en fin los que haciéndose intérpretes de la nación que los tolera se han atrevido al son de zambombas, chiflato y cencerros a llorar las desgracias de la patria. (La derrota de los pedantes, edición «Autores Españoles». t. II, p. 561-562)

Argumento: Los malos poetas culteranos intentan asaltar el palacio de Apolo, siendo vencidos por Mercurio, a quien ayudan Garcilaso, Ercilla, Lope y otros. Algunos de los derrotados son encerrados en jaulas como locos.

La gracia de la exposición presta amenidad a un tema tan limitado como éste. Muchas de sus burlas van contra los tópicos y variedades de los poetas de todo tiempo, pero otras muchas se dirigen contra autores concretos que se citan o que, por los datos aducidos, pueden reconocerse fácilmente.

El viejo y la niña (1790)

Esta obra ataca la educación que recibían las mujeres de su tiempo y condena una unión que no debía haberse efectuado, no sólo por la desigualdad en la edad de los cónyuges, sino sobre todo por el interés y el engaño con que fue concertada. El tema principal del teatro de Moratín es la libertad de la mujer a la hora de elegir esposo. En su época, las mujeres estaban todavía obligadas a casarse con el hombre elegido por sus padres; y los padres se preocupaban más por asegurar el bienestar económico que la felicidad de sus hijas.

Argumento: Un hombre de edad avanzada se casa con una joven y los celos que tal situación provoca la obligan a ella a refugiarse en un convento.

La comedia nueva o el café (1792)

Se trata de una obra maestra de la sátira teatral. Llama la atención que la obra está escrita en prosa. Era esta una forma de escribir teatro poco común en la década de 1790. En esta comedia Moratín critica el teatro que a finales del XVIII representaba la última degeneración del teatro barroco. Se trata de una comedia satírica en la que se burla de los autores incultos que no aceptan los gustos neoclásicos:

Mientras el teatro siga en el abandono en que hoy está, en vez de ser el espejo de la virtud y el templo del buen gusto, será la escuela del error y el almacén de las extravagancias.

Moratín tenía una verdadera obsesión sobre la decadencia del teatro español de su época y se esforzó en corregir a los autores que vivían de las ruinas del teatro de comienzos de la centuria, que agotaba los restos del siglo anterior.

Argumento: El asunto es el estreno de una «comedia nueva», El gran cerco de Viena, llena de disparates, escrita por el ingenuo e inexperto en la escritura dramática don Eleuterio Crispín de Andorra, mal aconsejado por Don Hermógenes. El estreno fracasa y el prudente Don Pedro es quien se encarga de censurar la obra, con criterio neoclásico.

El apelativo de «comedia nueva» se daba, como es lógico, a una obra que se publicaba o representaba por primera vez, en oposición a las «antiguas», esto es, las del Siglo de Oro; y las de repertorio, estrenadas en fecha anterior. En el café donde se desarrolla la acción se produce una animada discusión entre partidarios y detractores de la comedia, que representa el tipo de teatro que triunfaba entonces en los escenarios madrileños. Así consigue Moratín, mediante un artificio metateatral, dar idea de los absurdos y despropósitos del teatro de su tiempo.

El tono de la obra es eminentemente pedagógico, pero la acción está tan hábilmente desarrollada que la obra resulta amena. Para Moratín, el teatro español es uno de los instrumentos más eficaces para conseguir un gobierno ilustrado. Al igual que Jovellanos, Moratín opina que el teatro no debe ser entretenimiento, sino que debe poner la inspiración artística al servicio de la ilustración y la moral. 

Esta comedia es de una factura técnica perfecta, un ejemplo de ajuste a las normas neoclásicas. Las unidades se siguen de forma rigurosa. La sala del café es el único espacio donde sucede toda la acción. La unidad de tiempo es tan perfecta que es una de las pocas obras en donde se cumple el ideal de que la representación dure exactamente lo mismo que la acción dramática.

Moratín fue un activo impulsor de la reforma teatral de su tiempo. Relacionado con los círculos del poder que estaban interesados en esta reforma, no dejó de promover una renovación de toda la estructura teatral vigente en la España de su época. La comedia nueva es uno de los hitos de esta campaña de reforma emprendida por los intelectuales que se movían alrededor del gobierno desde mediados del siglo cuando proponían reformas Ignacio de Luzán, Agustin de Montiano y Luyando, Blas Nasarre y Luis José Velázquez. Murió en París en junio del año 1828.

El barón (1803)

Comedia escrita en verso en 1787 y representada en 1803. La condesa de Benavente, doña Faustina, había encargado a Moratín una zarzuela. Moratín escribió El barón, una zarzuela en dos actos que envió a la condesa. La obra no llegó a estrenarse, pero se hizo una adaptación sin permiso del autor y llegó a los escenarios. Más tarde, Moratín decidió convertir la zarzuela en comedia y la obra se estrenó en 1803.

Argumento: Una joven se une en matrimonio con un antiguo novio de su pueblo, al enterarse su madre de que el barón, con quien pensaba casarla, es un farsante que se hacía pasar por noble.

La mojigata (1804)

Con esta comedia, Moratín seguía con su análisis personal del problema de la educación femenina en sus repercusiones sociales. La obra denuncia la hipocresía de los que aparentan ser muy religiosos y son, en el fondo, malos creyentes. Presenta un tipo de mujer semejante a Marta la piadosa, de Tirso de Molina.

Argumento: Una muchacha, para eludir un matrimonio que no le interesa, finge sentir una gran devoción, hasta que, pasado el peligro consigue casarse con el que ella quiere.

El sí de las niñas (1801)

En esta obra, que suscitó varias denuncias a la Inquisición y abundante polémica, expone Moratín su ideología.

Es esta una pequeña obra maestra y la mejor comedia del neoclasicismo. Es el mayor éxito teatral de Moratín por ser una parodia de la educación de las hijas de las clases altas. Trata de los problemas de la educación femenina. Ataca sin paliativos la educación severa y poco formativa que recibían las mujeres en la época y preconiza la libertad de las jóvenes para elegir marido.

Argumento: Doña Paquita, una joven de 16 años, es obligada por su madre doña Irene a casarse con Don Diego, un sensible y rico caballero de 59 años. Don Diego ignora que Doña Paquita está enamorada de un tal Don Félix, quien en realidad se llama Don Carlos, y es sobrino de Don Diego. Con este triángulo amoroso como argumento se desarrolla la obra, cuyo tema principal es la opresión de las muchachas forzadas a obedecer a su madre y entrar en un matrimonio desigual y en este caso con una gran diferencia de edad entre los contrayentes.

La clave de la obra está en la contradicción de Don Diego en cuanto a la educación de los jóvenes y la elección de estado: pide libertad para la elección de estado, comprende que el falso autoritarismo de los padres es la raíz de muchos males y quiere que Paquita elija con libertad. Pero luego, como protector de su sobrino Carlos, comete con él los mismos errores que critica en teoría. Esta contradicción entre la teoría y la práctica es el hilo que conduce la trama teatral.

Es el mismo argumento de Entre bobos anda el juego, de Rojas, pero la obra de Moratín ofrece un tono dulzón y emotivo que se adapta mejor al propósito moralizador del neoclasicismo. José Francisco Gatti ha demostrado que la fuente de El sí de las niñas es L’école des mères (1732) de Pierre Carlet de Chamblain de Marivaux (1688-1763).

En esta obra de Moratín confluyen las corrientes culturas más importantes de la época: desde el punto de vista formal, se ajusta a las normas del neoclasicismo; pero su contenido participa por igual del racionalismo y del prerromanticismo del siglo XVIII: el viejo da argumentos intelectuales para su decisión de ceder la mano de Doña Paquita, pero su generosa renuncia se halla envuelta en un tono de melancolía que refleja ya la nueva sensibilidad de comienzos del siglo XIX.

Con El sí de las niñas Moratín puso punto final a su producción teatral original; sólo adaptaría dos obras del admirado Molière: La escuela de los maridos y El médico a palos.

Obras dramáticas y líricas (1825)

El tomo III de las Obras dramáticas y líricas de 1825 está dedicado a la lírica. Su obra abarca casi cincuenta años de dedicación a la poesía, que dieron como fruto poco más de un centenar de poemas. Especialmente su Elegía a las Musas es tenida por una obra maestra de Moratín y por la más significativa de sus composiciones poéticas.

«En Leandro F. de Moratín se ocultaba un hondo poeta lírico que llegaba a una perfección de forma y a la vez alentaba en un tibio ardor prerromántico. [...] A pesar del anticulteranismo que rebosan todas las obras críticas de Moratín, hay una cierta dignidad ampulosamente gongorina en esos versos de forma clásica o en los dirigidos a Jovellanos. [...] Entre la producción atinada y cuidada de Moratín lírico destaca la Elegía a las Musas, excesivamente literaria, pero una obra maestra de retórica inteligente.» (A. Valbuena Prat)

Orígenes del teatro español (1883)

Ensayo publicado póstumamente. Es una prueba más del buen sentido crítico de Moratín, pues a pesar de ser Moratín un seguidor de la perceptiva neoclásica, consideraba disparatado ver en Lope de Vega un “corruptor” del teatro español.


Vicente Antonio García de la Huerta (1734-1787)

VIDA

Nació en Zafra (Badajoz) y murió en Madrid. Estudió en Salamanca. Apenas llegado a la Corte, le protegió el duque de Alba, nombrándole su archivero. Después fue oficial primero de la Real Biblioteca y académico de la Española, de la Historia y de San Fernando. Utilizó el seudónimo de Francisco Lelio Barriga. Con motivo de la entrada en Madrid de Carlos III, le encomendaron la redacción de los epitafios e inscripciones de los arcos triunfales.

Por ciertas enemistades con el conde de Aranda, como consecuencia de unas coplas satíricas que escribió, estuvo huido en Francia y desterrado en Granada, el Peñón y en la colonia de Orán.

Durante toda su vida estuvo envuelto en frecuentes polémicas y fue objeto de sátiras violentas por parte de sus contemporáneos Forner, Iriarte y otros, a las que el autor solía contestar en tonos análogos. Se atribuye a Iriarte un epitafio sangriento que alude a que Huerta durante algún tiempo había perdido la razón:

De juicio sí, mas no de ingenio escaso,

aquí Huerta el audaz, descanso goza;

deja un puesto vacante en el Parnaso,

y una jaula vacía en Zaragoza.

Murió en Madrid, sin llevar a cabo su afán de reavivar el drama nacional.

OBRAS

Fue defensor acérrimo de la tradición española y sostuvo grandes polémicas con Montiano, Iriarte, Forner y Moratín. Si como autor teatral se mostró discípulo fiel de los grandes dramaturgos del siglo XVII español, como lírico se contradice, siguiendo los dictados inflexibles del neoclasicismo.

García de la Huerta intentó aclimatar en España la tragedia clásica francesa. Fue el único dramaturgo que consiguió crear una tragedia de positivo mérito dentro de los moldes neoclásicos.

Raquel (1778)

Es la primera de las tragedias salidas de la pluma de Vicente García de la Huerta. Aparece en el momento de consolidación de la tragedia neoclásica española como género. Es una de las obras que contribuye decisivamente a esa consolidación.

Por sus ataques al conde de Aranda, Moratín fue encerrado en la prisión de Orán, donde escribió la tragedia Raquel. Se trata de la mejor muestra de tragedia neoclásica española del siglo XVIII español y está concebida siguiendo las reglas del teatro neoclásico: falta la figura del gracioso, el metro ya no es el octosílabo tradicional, sino el solemne endecasílabo del romance heroico, y la acción se ajusta al marco de las tres unidades clásicas: la unidad de tiempo, la unidad de lugar y la unidad de acción.

Aunque la obra se ajusta, en cuanto a la forma, a los cánones marcados por el teatro francés, por su espíritu es una obra de inspiración nacional. El lenguaje está lleno de resonancias calderonianas. Raquel consta de tres actos y no de cinco, como marcaba la preceptiva. Los personajes están dotados de gran fuerza y pasión, aunque sea para dar más importancia a la acción, por eso hay quien considera esta obra como protorromántica.

El tema de Raquel es el tradicional de la leyenda-historia de la hebrea amante de Alfonso VIII, y muerta por los vasallos del monarca por razones de Estado. Ya había pasado por escena de mano de Lope, Mira de Amescua y Diamante. Huerta trata un asunto de abolengo nacional, cuyo recuerdo no se había borrado de su público, que todavía aplaudía a La judía de Toledo de Diamante.

Argumento:

La obra relata los amores del rey Alfonso VIII con una judía de Toledo, Raquel, famosa por su hermosura y por su ambición de poder, que provocan el desorden político y, consiguientemente, el disgusto y malestar de todos por la pérdida de autoridad del monarca. Alfonso VIII oscila entre el amor a Raquel la judía, y el temor a la rebelión de sus vasallos, alternando entre el obligado destierro de la hebrea, y la reincorporación de esta a las mayores prerrogativas. Raquel, astuta, enamorada, orgullosa, exquisitamente femenina, va llevada fatalmente a la catástrofe por mano del pérfido Rubén, en el que parece haber encarnado el poeta el odio y rencor atávico hispánico contra el judío. Alfonso VIII, abúlico y cobarde, solo quiere evitar la rebelión de sus súbditos. El pueblo castellano se amotina por la actitud esta judía toledana que favorece a los judíos y oprime a los cristianos, valiéndose del favor real. El pueblo se subleva ante el catastrófico estado en que se ve sumido el reino. Ante la reacción del pueblo, el monarca la destierra, pero al llamarla de nuevo a su lado, los vasallos del rey vuelven a sublevarse y, durante la ausencia del rey, su consejero Rubén mata a la hermosa judía. Cuando el rey regresa a la Corte, hace ajusticiar al consejero.

«La muerte de Raquel tiene un marcado sabor prerromántico, hasta en el detalle de ocurrir en escena, a diferencia de las típicas obras neoclásicas. Los versos sonoros, inspirados, abultados a veces, como ampliando inconscientes octosílabos de lejanos recuerdos de Diamente, poseen majestad y grandeza.» (A. Valbuena Prat)

Tragedias y Odas poéticas (1778)

Agamenón vengado (1930)

Esta tragedia neoclásica es de mayor complejidad métrica que Raquel. Es una reelaboración de la versión de la Electra de Sófocles realizada en el siglo XVI por Fernán Pérez de Oliva con el título de La venganza de Agamenón.

Biblioteca militar española (1760)

La fe triunfante del amor y cetro (1784

Tragedia que apareció suelta, precedida de un prólogo de su autor, en Madrid, el año 1784.

Theatro Hespañol (1785-1786)

Compilación de autores de comedias del siglo de oro, obra compuesta de 16 volúmenes, que fue objeto de crítica por parte del fabulista Samaniego. Esta obra pretende rendir tributo al teatro clásico español con un criterio tan descabellado que no figuran en su colección Lope de Vega, Tirso de Molina ni Alarcón, mientras que privilegia, coincidiendo con el gusto popular, a Pedro Calderón de la Barca y a toda su escuela.

Dicha exclusión al igual que la actitud despreciativa hacia Cervantes, a quien motejó de envidioso, le amargó los últimos años de su vida pasados entre polémicas con otros escritores.

Su poesía está recogida fundamentalmente en dos publicaciones: Obras poéticas, en dos tomos (1778-1779) y Poesías (Segunda edición aumentada, 1786). Es autor, también, de varios poemas que se publicaron sueltos, como el Endimión (1755).

«Las obras líricas de García de la Huerta, publicadas en 1779, no son muy interesantes. Más aún: si como autor teatral se mostró Huerta discípulo fiel de los grandes dramáticos del siglo XVII, como lírico se contradice, siguiendo los dictados del neoclasicismo.» (F. C. Sainz de Robles)

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